Una vez caminé 7 km en la playa sólo con la esperanza de cruzarme con ella. Ya estaba loco entonces. En la arena se escribían las historias de mi vida, pero en los brazos de la mujer que amaba (o que yo creía amar) había dicha por otros brazos que no eran míos. Y a Valeria del Mar no volví nunca más.
Pero no pude evitar sonreír al verla con él: un amor como ese se veía pocas veces, tan colgados que iban, no me reconocieron, y me ahorraron la locura.
Fui una vez más, esta vez a la noche, al centro de Pinamar, esta vez sí me vieron. Y ella me dijo algo así como: "Yo te dije que nos podíamos llegar a cruzar". Me morí de vergüenza y dejé correr una o dos lágrimas. Desde entonces, evité volver a caer en esa obsesión sin sentido.
Aunque no sabía ya muy bien como, y en que forma la quería.
Pero no pude evitar sonreír al verla con él: un amor como ese se veía pocas veces, tan colgados que iban, no me reconocieron, y me ahorraron la locura.
Fui una vez más, esta vez a la noche, al centro de Pinamar, esta vez sí me vieron. Y ella me dijo algo así como: "Yo te dije que nos podíamos llegar a cruzar". Me morí de vergüenza y dejé correr una o dos lágrimas. Desde entonces, evité volver a caer en esa obsesión sin sentido.
Aunque no sabía ya muy bien como, y en que forma la quería.
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