La locura y la tristeza a veces penetran en mí, con todo el peso de sus significados. Yo me abro la cabeza y las tripas, dejo que ellas sean un sólo tirano y resulta inevitablemente de allí mi depresión: la acepto con una sonrisa, le invito un fernet, y zarpamos juntos escarbando las más oscuras regiones del espíritu y del alma.
Somos uno: ella y yo, bailando juntos sin saber. Antes de dormir me abrazo a ella, que me cuenta canciones de cuna, para hacer que yo me llene de esperanzadores sueños que se rompen al despertar, es ahí cuando mi cabeza se cierra, las tripas duelen, y ya no quiero comer ni vivir nunca más.
Pero cuando suena esa música, yo por ella me dejo de llevar, hasta que me doy cuenta que estoy vivo, y la tengo que dejar, cuando sonrío mucho a ella vuelvo, porque no soporto más mi soledad sin sus cantos...ni su música, sin eso nada vale la pena. Lloro por (y gracias) a ella cuando la miel se termina, cuando el alma se hace ameba, cuando el amor carne picada. Y de ese amor las empanadas que cierran el círculo de lágrimas locura y tristeza.
Somos uno: ella y yo, bailando juntos sin saber. Antes de dormir me abrazo a ella, que me cuenta canciones de cuna, para hacer que yo me llene de esperanzadores sueños que se rompen al despertar, es ahí cuando mi cabeza se cierra, las tripas duelen, y ya no quiero comer ni vivir nunca más.
Pero cuando suena esa música, yo por ella me dejo de llevar, hasta que me doy cuenta que estoy vivo, y la tengo que dejar, cuando sonrío mucho a ella vuelvo, porque no soporto más mi soledad sin sus cantos...ni su música, sin eso nada vale la pena. Lloro por (y gracias) a ella cuando la miel se termina, cuando el alma se hace ameba, cuando el amor carne picada. Y de ese amor las empanadas que cierran el círculo de lágrimas locura y tristeza.
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