Sea feliz, no un idiota!

Si está leyendo esto, no se encuentra perdido.

Intento distraerlo, mientras le ato los cordones de los mocasines.

lunes, 16 de enero de 2017

Lágrima

Hoy me acordé. Después de volver a soñar los mismos sueños de siempre, me acordé. Me acordé de vos y de mí. Y recordé que nosotros éramos. O, más bien, recordé lo que nosotros éramos. Recordé.

Teníamos deciocho años y, por algún motivo, jamás me la jugué. Llegó el momento. El momento de dejar de soñar. Ya no somos nosotros. Me pregunto, entonces, que es lo que queda. En el último orejón del tarro.

Y los dibujos de tus ojos me miran y yo...ya no sé más que hacer. Tenemos deciocho. O 18. No sé que es mejor.

Y somos dos o tres nubes. Y un vodka y una última vuelta de tuerca. O el último orejón. Somos lo suficientemente viejos como para tener una historia que ya no recordamos, mas sabemos que en algún lado existe. Como nosotros. Lo que nunca fue, y nunca iba a ser, deja lugar a un mísero tal vez.

Y que ganas de ser jóvenes, para carecer de nostagia.

Me duelen tus ojos.

Vos y yo somos palabras que no pueden escribirse por separado.

lunes, 9 de enero de 2017

Ayer y hoy

Es 9 de Enero de 2017. Comienzo a escribir esta entrada en mi blog a las 19:03, según marca el relojito de mi computadora. Estoy en Escobar y llueve. Mucho. Acabo de comer una torta de coco con dulce de leche que sobró del cumpleaños de Guille junto con un fernet con coca. Sí, extraña combinación. La perra pidió entrar a la casa, asustada por la tormenta de Verano. Ahora es la perra. Nuestra única perra.

Nos llevó unas cuatro horas cavar el pozo: Mi viejo es viejo y yo no soy bueno para esas cosas. Terminamos hace media hora, justo antes de que se largue. Ahora ellos (mis viejos) se fueron. Quedamos solos la perra y yo. Pienso en todo lo que ella corrió hoy, en lo joven que es. Sin embargo, pienso con un cierto dejo de amarga ironía, ella morirá casi con seguridad antes de que yo cumpla cuarenta años.

Yo soy lo suficientemente grande como para recordar, de mi perro, toda su vida. Sus quince años y medio. En una tormenta como hoy, normalmente estaría rasguñando las ventanas desesperado por para que lo dejásemos entrar. Hace algunos años, corría alrededor del jardín casi tanto como mi perra ahora.

Hoy me acuerdo de otro día que, desde hoy, pasó ayer: cuando enterramos a mi otro perro al lado de este. A Pepper lo llevamos en la misma carretilla e hicimos el mismo pozo con mi viejo. Blas había vivido toda la vida con él, y cuando cayó en la cuenta de la muerte del otro, tumbó la carretilla, haciendo que el cádaver del ovejero, rodara con horrenda y macabra torpeza hacia el suelo dejando un rastro de orina sobre la carretilla. Lo lamió mucho tiempo e intentó levantarlo de algún modo, pero por supuesto el otro no respondía. Todo esto mientras lloraba impotente. Pepper siempre había sido el perro bueno y obediente y Blas una oveja negra, un perro problemático y caprichoso hasta el último día. Entre sus virtudes, sin embargo, se destacó (es extraño escribir esto en pasado siendo que hasta hace unas horas vivía) su sensibilidad. Cuando Pepper murió, pasó varios días sin comer y visitando su "tumba", intentando desenterrarlo a veces; olfateando otras...o simplemente acompañándolo.

De ese día pasaron más de cinco años. Tengo menos pelo, algunas canas y barba. Rendí muchos más finales pero aún no me recibí. Por entonces recién arrancaba a salir con Mariana, pero todavía no había venido a casa y nunca conoció al ovejero. Ahora han pasado unos meses desde que dejamos de salir.

Mi viejo guarda en su gran nariz la cicatriz de cuando lo mordió. Y, cuando era chico, saltó de la alegría de verme y me golpeó con su cráneo en el mentón. Como resultado, mis incisivos (los dos del medio superiores y los dos del medio inferiores) chocaron y así se rompieron un poco. No necesité ir al dentista, pero perdí el esmalte de esos dientes y no puedo evitar recordar ese evento cada vez que tomo algo muy frío o muy caliente.Así como tampoco olvido como escupí los pedacitos de diente después de ese incidente.

Enterró, desenterró y pinchó más de una decena de pelotas, entre las de fútbol y tenis. Se escapó de la casa cientos de veces, siendo la última en Septiembre, cuando su vejez lo traicionó y quedó debajo del auto de mi viejo. Sobrevivió a eso, también. Pero el accidente no hizo mucho para ayudarlo con sus problemas de cadera y finalmente un día, hace no mucho más de un mes, no pudo pararse solo. Ayer ya ni siquiera pudo pararse con ayuda. Una última inyección, entre muchas que recibió este último tiempo para ayudarlo a que volviese a incorporarse acabó con su vida. Antes de que la dosis, desmesurada tal vez por la urgencia, detuviese su corazón, consiguió por unos minutos el efecto deseado y bebió agua por última vez antes de morir.

Son más de siete y media y por un ratito paró de llover. Hasta se ve algo de cielo. Mili sigue durmiendo al lado, acostada sobre el piso. Sobre este tema me quedaron por decir muchas cosas, que ahora, sin embargo, ya no soy capaz de decir. Quedaran para otro día o, simplemente, serán definitiva y terminantemente olvidadas. Como todo.

La montañita de tierra pegada a la pared del vecino, junto al aromo, cubre su cuerpo a su  vez recubierto de cal.  Y a su lado está Pepper.