Sea feliz, no un idiota!

Si está leyendo esto, no se encuentra perdido.

Intento distraerlo, mientras le ato los cordones de los mocasines.

sábado, 17 de febrero de 2018

Color

Te veo acá. Me mirás de cerca. Me mirás y me decís que ya terminaste de comer. Que ya tragaste el último bocado. Cuando te beso todavía tenés gusto a jugo y chocolate.

Sí, creo recordar que así se sintió.

Recuerdo la vieja tele Grundig del año 1980 (y algo) que había en la casa de mis viejos. El primitivo control remoto (no volví a ver ninguno con un diseño similar) hacía rato que no funcionaba y, entonces, no quedaba otra que levantarse del sillón para operar el aparato usando el teclado dispuesto sobre el mismo. El punto es que, la sensación de tocarte es muy parecida a esa que sentía al apagar la tele y poner la mano cerca de la pantalla en el instante posterior, con la estática recorriendo mis dedos.

Siento claramente tus dedos entre los míos y esos abrazos tan fuertes que duelen. Se me dibujan tus uñas pintadas de rosa y tus labios pintados de rojo. Veo una foto que enfoca a un cuenco con comida rusa, porque el comensal no quiere salir en ella. Sólo deja ver su torso y sus brazos. La remera blanca ajustada resalta sus senos.

Hablamos de todo. Nos acostamos y nos dormimos. Despertamos para mirarnos un instante y volvernos a dormir. Permanecemos acostados mirando las redes sociales mientras el otro va al baño. Nos respondemos todas las historias que retratan la vista del balconcito. Recogemos, cada tanto, los envoltorios de preservativos usados. Me acompañas a tomar una birra; te acompaño hasta el auto. Me acercás a la parada y a la estación. Nos extrañamos. Nos bancamos. Si nos quedamos sin jugo vamos a comprar al chino o al Día o al Coto. Sino, cada tanto preparás un jugo de sobre. Me levanto temprano, me ducho y te miro acostada, y te ataco para levantarte. Pedimos comida y siempre sobra. Si estamos ratas comemos fideos. Nos emborrachamos de tanto estar juntos y nos decimos reiteradamente un millón de veces que somos lindos.

Pienso en vos hasta en los momentos más ridículos.

Recuerdo la vieja tele Grundig del año 1980 que había en la casa de mis viejos. Me acuerdo del viejo control remoto. Y también me olvido, a veces, de muchas otras cosas.