Sea feliz, no un idiota!

Si está leyendo esto, no se encuentra perdido.

Intento distraerlo, mientras le ato los cordones de los mocasines.

domingo, 17 de diciembre de 2017

Gotas

Y al fin te encontré y pude mirarte directamente a los ojos. Y al fin las paredes hablan y dibujan con sol y agua todo lo que en ellos se refleja. Verdes y marrones son los colores de las gotas que caen sobre tus cuencas y los forman.

Cae el sol y las gotas sobre el río. Crece el calor y el pasto y los bichos. Ya no recordamos el principio del fin de nuestra historia, mas ya sabemos como terminan todos los finales. De los Incas, Elcano, Crámer, Virrey del Pino y José Hernandez. Y hasta Pampa y Vidal. También te encontré en unos boletos de cine, en un vaso de birra y en un gol de Palermo. Te encontré en mis brazos y en Pinamar. Te encontré en la tormenta y en todos los fuegos. Te quiero hasta en los pelos de la nariz.

En algún lugar yo me había perdido, pero hoy me quedo tranquilo. Hoy te miré y recordé. No me acuerdo de nada. Pero hoy me encontré. No sé donde, pero en algún lugar yo estoy. Y ese es el fin.

jueves, 26 de octubre de 2017

Todos mis Octubres

Es extraño tener recuerdos frescos de cosas que pasaron hace veinte años.

El día que Maradona jugó su último partido, vaya paradoja, fue el día me interesé en el fútbol. Tenía 8 años e iba a segundo grado. Diego ese día no pudo con su alma y poco hizo por Boca. Recuerdo la cortina de Bermúdez a Burgos. Y recuerdo aún más a Palermo colgándose del cielo sin bajarse nunca, como haría tantas otras veces después, sacándose la camiseta en el festejo y tirándola por ahí,  vaya uno a saber dónde, bajo la lluvia de Nuñez. Una lluvia que, después de un pesado día de Octubre, trajo alivio. Y sí, también me acuerdo que era ese mismo Palermo de pelo platinado que sería un póster de mi pieza varios años, con una remera de Pepsi parte de una campaña publicitaria.

Doce años después, Martín haría el mismo gol, bajo la misma lluvia, en el mismo estadio y también contra un equipo de camiseta con una banda roja sobre fondo blanco. En 1997 Palermo, luego máximo goleador histórico de Boca, era aún mirado con cierto recelo por los hinchas hasta junto antes de meter ese gol. Y en 2009 redimiría su imagen con la camiseta de la selección Argentina, salvándola de la eliminación contra Perú. Y yo acá acordándome que Riquelme, sin usar la 10, porque todavía era de Diego, entró a jugar el segundo tiempo de ese partido de hace ya veinte años.

Yo acá pensando en que es Octubre y mañana me recibo. Que el primer Viernes de este mes te recibiste vos y este, a la misma ahora, y en la misma aula, me toca a mí. No es mucha diferencia, tres semanas...que puede pasar en el lapso de tres semanas? Acaso había tiempo de que pasase algo en esos dos fines de semana entre tu recibida y la mía?

Practicaste tu charla conmigo y nos dimos un abrazo, y ayer me devolviste el favor. Y hoy me terminé lo que quedaba de esa pizza horrible.

Pueden pasar muchas cosas en Octubre. Y el tiempo es. No quiero caer en la boludez y decir que es "relativo"...pero el tiempo tiene esas cosas. En apenas un par de semanas pueden pasar cosas y, sin embargo, muchas cosas que pensábamos muy duraderas ya no están: Palermo y Riquelme, por ejemplo, en 1997, eran más jóvenes que vos ahora y, sin embargo, sólo 20 años después, a esto que es el fútbol ya hace un rato largo que no juegan. Es como si una parte de ellos (y de mí) se hubiese muerto para siempre en un derroche de nostalgia.

Y todo esto que pienso pasó hace dos décadas. Y también pasó hace dos semanas.

Y en 2009, ese día de Octubre de la redención de Palermo con la selección, yo cursaba el primer cuatrimestre en la facultad...y estaba lejísimos de conocerte y por supuesto ya a esa altura me sonaban muy lejanos mis recuerdos del River-Boca de 1997.

No sé porque estoy metiendo lo nuestro en mis recuerdos de fútbol. No sé porque recuerdo tantas cosas de hace tanto tiempo con tanto detalle y todavía no sé cual es el modelo de tu auto, a pesar de que volví a subirme ayer, y a pesar de que me volviste a decir cual era el Sábado pasado.

¿cómo hago para olvidar ese gol de Palermo?¿cómo hago para recordar todo lo que va a pasar mañana?

Mejor bailemos y no nos digamos nada. Nunca más.

martes, 17 de octubre de 2017

Santiago

78 días no estuviste. Y no sé todavía si estás. Dicen que eso que está ahí tal vez seas vos.

O eras vos.

No sé si creerles.

Esto es una caricatura.

Y mientras tanto yo vivo y todos los demás vivimos. Y a los dinosaurios de siempre no se les cae nunca la careta, salen de su cementerio y se devoran la tierra. Te desafían a muerte si se ensucia el estadio de Racing y casi que se ríen de que vos aparezcas...así. Al menos apareció, dirán. Ese hippie mugroso se lo buscó.

Si Chile se queda afuera del mundial, los "insultamos" diciendo que son "mapuches".

Y en mi vida pasan los fernet, los entredichos y las birras. Los Viernes incomprensibles. Todos los pensamientos que me carcomen y los power points insulsos y entonces me acuerdo de vos. Y yo pensando en mis boludeces.

Y de golpe los dinosaurios dicen insensibles: "hallaron un cuerpo en el Río Chubut"  y vos que sólo estuviste ahí un primero de Agosto defendiendo lo que creías. Y yo en mi departamento burgués escribiendo en mi laptop.

78 días estuviste. Y sé que todavía estás. Nunca desapareciste

Presentes están los 30000. Ninguna lucha es efímera. Porque aunque Marzo del '76 suene lejos, esto también tiene que ver con eso. Y todo eso tiene que ver con todos nosotros. Porque buscamos derechos. Buscamos hablar. Buscamos luchar.

Porque aunque les digan de todo, las mujeres luchan, más que nunca. Y se me infla el pecho de orgullo por su Resistencia. Y eso también tiene que ver con todo esto que pasa

Que no me vengan más con sus excusas de fachos. Son los mismos siempre. Los mismos de la "tierra plana", del "algo habrán hecho", los que hoy se excusan por lo que es indefendible.

Ninguno que lucha desaparece.

Nunca.

sábado, 14 de octubre de 2017

De los Incas

Yo me quedé varado ayer en algún lugar entre Belgrano y Colegiales.

Las rayas de tus medias tienen líneas de distinto grosor y no me acuerdo todos sus colores. Viniste muy abrigada y, en algún momento, te sacaste el calzado. Y yo hablando mucho, acostado en el silloncito sucio, sin saber lo que decía. Sin saber que dije. Sin saber que decir.

Y no saber. No saber si estamos muy cerca o muy lejos. No saber que nos pasa, ni que debería pasarnos, ni que deberíamos sentir. Y no sé si acercarme o no. Y vos tampoco. Te estás por ir pero no te vas, porque ambos sabemos que querés irte...pero también quedarte un rato más. Y en una de esas me pediste algo de jugo cepita que tenía en la heladera, y que no se llegó a terminar hasta mucho después.

Y no sé cuando te abracé, ni cuanto te abracé. No sé si fue lo suficientemente fuerte, ni lo suficientemente largo. Si no hubiese sido porque te hubiese dolido (y mis fuerzas son limitadas) te hubiese estrujado los huesos y quedarnos así siempre. Es que en la vida la mayor parte de los días no pasa nada y ayer no fue uno de esos días. Ayer es algo que voy a tener por ahí dando vueltas en mi cabeza todo el tiempo. Siempre. Y algunas cosas no deberían ser tan fugaces. No sé si tuve todo el tiempo que necesitaba para mirarte a los ojos. No sé cuando nos soltamos. No sé cuando fue que me dijiste que ya no te molestaba que estuviese cerca y que.

Ya me habías dado vuelta con un "tal vez". Un "tal vez" era mucho más de lo que yo podía concebir. No sé si notaste mi temblor, mientras buscaba el vaso para servirte jugo. Cuando ya sabía que no había estado tan loco, que podía ser que te gustase un poquito. Un poquito. Ya el mundo era para siempre distinto y el fin de una historia que ya estaba escrita se derrumbó en mil pedazos. Agarraste todas las piezas del rompecabezas y las tiraste a la mierda. Y que quede claro, de eso te estoy profundamente agradecido. No sé que es lo que hacés para que todo te quede bien.

Y acá estoy. Son muy pocas horas para procesar nada. Y como ayer, pienso mucho y no sé que decir.

Entre Belgrano y Colegiales me quedé, caminando por una cornisa y cayéndome siempre en la última vez que te ví, mientras tu auto blanco daba la vuelta por De los Incas.

martes, 26 de septiembre de 2017

Yo

Si pudiera escribir sobre algo, sería sobre tus ojos azules.

También escribiría sobre las charlas del torpe y lento ascensor, siempre tan inconducentes. Por ejemplo, del viejo que me crucé hoy y que me dijo que el número trece es su favorito, por alguna razón. Podría hablar del nene que prefiere jugar a la play en lugar de merendar con su vieja.

Podría escribir sobre la lluvia y los colectivos; sobre los trenes y las tesis.

Podría escribir que bailamos un tema del potro Rodrigo.

Podría decir que hablamos ayer por teléfono cuarenta y cinco minutos.

Podría decir que hablamos de militancia y política. Que nos mandamos audio tras audio de cinco minutos.

Podría decir que cogimos.

Podría decir que.

Si pudiese escribir le contaría al mundo de vos. Les contaría que no te conozco, pero los anteojos de sol te quedan re cancheros.

Hablaría de tu tatuaje y tus piercings. Pero más hablaría de vos.

Hablaría de tu cerveza, con vos.

Si pudiese escribir, escribiría sobre Crámer, los virreyes y ese nudo que se hace ahí.

Si pudiera escribir algo, sería sobre tus ojos negros.

Escribiría sobre tu femenismo y sobre tus ideales.

Diría en voz alta que vos tenés todo lo que me gusta. Que sos Mafalda con puntos suspensivos.

Podría llegar a hablar de que te crucé en un 42, y que compartimos una birra mientras me contabas de donde habías sacado las naranjas.

Podría decir que estoy muy confundido. Y que me encanta que te hayan hecho el desayuno. Y que hablamos de tu ¿ex? Que hablamos y hablamos y hablamos.

Pero prefiero pensar en mí.


lunes, 21 de agosto de 2017

Destino

El Viernes, cuando estaba yo volviendo del colectivo, se subió una mina al 194. Se sentó (muy brevemente) al lado mío. Instantes después, se levantó y se fue a sentar a otro asiento, por el mero hecho de que observó que había un par de una fila libre y podía en uno apoyar su cartera y sentarse en el otro. El lugar donde se sentó se encontraba detrás mío y por delante de la puerta trasera del colectivo.

La mina no se había subido mucho antes de que a mí me tocase bajar. Habrían pasado dos minutos y yo ya llegaba al puente de la av. de los Inmigrantes en Escobar. Y entonces, fue cuando sucedió.

Transcurría yo por el pasillo camino a la puerta de atrás del bondi e inevitablemente me iba a acercando a la fila donde ella se hallaba sentada. Y fue así que, casi sin querer, de un modo espontáneo, la miré. Y me surgió sonreirle. Lo increíble fue que respondió a mi mirada y, muy despacio, me devolvió la sonrisa: fue una sonrisa tremenda, de labios rojos muy bien pintados y de dientes demasiado blancos, que hicieron que su pelo castaño fuese...no sé. No sé como decirlo.                      
Pero yo. Yo me encaminaba muy lentamente hacia la puerta, puesto que el colectivo se acercaba (mucho más rápido) hacia mi inevitable destino. Nunca había sido tan inoportuna una llegada a casa.
Por un instante se dio vuelta y miró de reojo, pero para mi decepción volvió de nuevo la cabeza y ya llegando y yo por bajarme, sólo el plástico gris de la parte de atrás de su asiento me devolvía la mirada.

Y cuando no me quedaba otra que pensar, pensar en como se llama, pensar en su número de teléfono, pensar dónde o cuando la iba a volver a encontrar, llegamos y tuve que bajarme.

Y estúpidamente, cuando bajé, porque el colectivo ya arrancaba muy rápido de nuevo, corrí un poco, hasta alcanzar su ventana. Y ella ya me estaba esperando: esta vez la sonrisa fue mucho más grande y me despidió con la mano mientras se reía y yo apenas si alcancé a devolverle el saludo antes de verla por última vez.

Y nunca supe como se llama, ni cómo se oye su voz, ni cual es su gusto de helado favorito.

domingo, 18 de junio de 2017

Asíntota

¿te conté alguna vez sobre nosotros dos? Creo que nunca te dije que. Que tu cara se me dibuja delante del monitor mientras escribo. Si hasta a veces tengo cosas que hacer y te me aparecés ahí, flotando suavemente sobre la planilla de Excel, como un fantasmita que no me quiere dejar, cerca mío. Y, por alguna razón, cuando por fin podemos vernos, ya te estoy extrañando mientras charlamos. Y cuando te hablo, tengo que apoyar mi codo en la mesa y mi cara inclinada, de costado sobre la mano cuyo codo está apoyado en la mesa, y los dedos de esa mano levantándome el pelo. Tengo que hacerlo por el mero hecho de que creo que así mis palabras suenan más interesantes, y esa mirada, junto a otras cosas, harán que te sientas perdida por mí. Y pienso en tus labios, tus dientes y tus ojos negros. En ese mechón de pelo que se derrama en tu cara y que tengo que acomodar detrás de tu oreja, deseando fervientemente que vuelva a caer, para que el proceso se repita torpemente y nunca termine.

Pero no somos nosotros dos, yo acá estoy bien solo. Y tu nariz y tus bigotes y tus brazos nunca estuvieron más lejos. Y quisiera poder acercarme más. ¿cuánto puedo acercarme sin tocarte? Mmm, creo que ambos entendemos el concepto de asíntota.

sábado, 29 de abril de 2017

Tiempo de paz

No se trata sólo de eso. No son son sólo las ganas de besarte ni de verte todo el tiempo. Mucho menos las ganas de mirarte todo el tiempo directamente a los ojos. No se trata, la puta madre, de ese nudo situado sobre el infinito abismo en el que quiero poder sumergirme para todos los tiempos y que preciso indefectiblemente desatar.

No se trata de nada de eso. Lo que quiero decirte podría, tal vez, llegar a parecerse o acercarse a cada una de tus sonrisas. Muy cursi esta última oración, sí. Pero me temo que no es sólo eso.  Y no se trata, solamente, de poder sacarte a bailar en la puerta. Y que queda tan cerca de. No, de eso mejor no hablar ahora.

Lo que quiero poder decir es otra cosa. Quiero decir que podría en algún momento simplemente derrumbarme. Derrumbarme dos o tres veces y volver. Estaría dispuesto a hincarme ante vos. Ofrecerte mi espada y mis servicios. Morir atropellado por cruzar mal la calle por llegar a la otra esquina y poder, por fin abrazarte, aplastado contra el pavimento. Y sin embargo, esto que te escribo en forma tan personal y directa a vos en este párrafo no expresa, todavía, lo que quiero decir. Y no, no estoy tan loco para perder la cabeza por vos después de haberte visto dos o tres veces. No, pero me alcanza para darme cuenta que, tal vez, para la quinta o la décima podría llegar a pasar.

Y si he de pelear una guerra, no quiero ser un mercenario. Quiero pelear por una causa justa y lucir con orgullo mis cicatrices.

Que lástima que no haya necesidad de soldados...y que todos los semáforos estén rojos.

Ay, si no queda otra, señora, dado que no me quiere para la guerra, tal vez no quede otra que quitarme el uniforme y servirle como un simple civil.

Pero, sin ánimo de pecar de pedante, le puedo asegurar que soy un guerrero bastante decente. Una pena (para ambos) poder servirle de ese modo. No lo tome a mal.

domingo, 19 de marzo de 2017

jashasjd

Te encontraré en mis sueños, para borrar el tiempo. Ahí, estoy seguro, nadie nos va a molestar. Te llevaré de la mano, flotando, a dar una vuelta por esa nube y con tus dedos robarás gotas de lluvia. Sin paraguas, desahuciado por haberme empapado, me recordarás que te gustan los truenos y las gotas contra la ventana...y bajaremos de nuevo a comer un helado de chocolate con almendras. O lo que sea. Haremos lo que sea, lo que queramos, porque estaremos dispersados y flotando en uno de mis sueños. Y en dos o tres también.

Voy a embarrarme los zapatos y desabrocharme el botón de arriba de la camisa. Y también las mangas. Y cuando vuelva el sol y se vaya el frío, me despertaré y recordaré que sos de verdad, y antes de irme a dormir de nuevo, tal vez te invite a salir a cumplir algún sueño, si querés.

martes, 14 de febrero de 2017

Mitosis

Tenía cuatro ojos y dos narices. Tenía cuatro brazos y era hermafrodita. Y sin embargo (que triste) se escindió en dos. Y los perfectos seres humanos que resultaron de la división, ya no me parecían tan interesantes.

lunes, 13 de febrero de 2017

Mañana

No quiero olvidar lo que he sido. No quiero ser lo que nunca fui. No quiero perder lo que soy en estas palabras. Soy en este momento estas pocas palabras y soy eso y nada más soy ahora.

Por hoy soy lo que escribo y, cuando ya no lo sea, al leer esto nuevamente, no recordaré nunca más lo que alguna vez fui: Lo que hoy soy, lo que ayer fui e incluso lo que mañana seré.

lunes, 16 de enero de 2017

Lágrima

Hoy me acordé. Después de volver a soñar los mismos sueños de siempre, me acordé. Me acordé de vos y de mí. Y recordé que nosotros éramos. O, más bien, recordé lo que nosotros éramos. Recordé.

Teníamos deciocho años y, por algún motivo, jamás me la jugué. Llegó el momento. El momento de dejar de soñar. Ya no somos nosotros. Me pregunto, entonces, que es lo que queda. En el último orejón del tarro.

Y los dibujos de tus ojos me miran y yo...ya no sé más que hacer. Tenemos deciocho. O 18. No sé que es mejor.

Y somos dos o tres nubes. Y un vodka y una última vuelta de tuerca. O el último orejón. Somos lo suficientemente viejos como para tener una historia que ya no recordamos, mas sabemos que en algún lado existe. Como nosotros. Lo que nunca fue, y nunca iba a ser, deja lugar a un mísero tal vez.

Y que ganas de ser jóvenes, para carecer de nostagia.

Me duelen tus ojos.

Vos y yo somos palabras que no pueden escribirse por separado.

lunes, 9 de enero de 2017

Ayer y hoy

Es 9 de Enero de 2017. Comienzo a escribir esta entrada en mi blog a las 19:03, según marca el relojito de mi computadora. Estoy en Escobar y llueve. Mucho. Acabo de comer una torta de coco con dulce de leche que sobró del cumpleaños de Guille junto con un fernet con coca. Sí, extraña combinación. La perra pidió entrar a la casa, asustada por la tormenta de Verano. Ahora es la perra. Nuestra única perra.

Nos llevó unas cuatro horas cavar el pozo: Mi viejo es viejo y yo no soy bueno para esas cosas. Terminamos hace media hora, justo antes de que se largue. Ahora ellos (mis viejos) se fueron. Quedamos solos la perra y yo. Pienso en todo lo que ella corrió hoy, en lo joven que es. Sin embargo, pienso con un cierto dejo de amarga ironía, ella morirá casi con seguridad antes de que yo cumpla cuarenta años.

Yo soy lo suficientemente grande como para recordar, de mi perro, toda su vida. Sus quince años y medio. En una tormenta como hoy, normalmente estaría rasguñando las ventanas desesperado por para que lo dejásemos entrar. Hace algunos años, corría alrededor del jardín casi tanto como mi perra ahora.

Hoy me acuerdo de otro día que, desde hoy, pasó ayer: cuando enterramos a mi otro perro al lado de este. A Pepper lo llevamos en la misma carretilla e hicimos el mismo pozo con mi viejo. Blas había vivido toda la vida con él, y cuando cayó en la cuenta de la muerte del otro, tumbó la carretilla, haciendo que el cádaver del ovejero, rodara con horrenda y macabra torpeza hacia el suelo dejando un rastro de orina sobre la carretilla. Lo lamió mucho tiempo e intentó levantarlo de algún modo, pero por supuesto el otro no respondía. Todo esto mientras lloraba impotente. Pepper siempre había sido el perro bueno y obediente y Blas una oveja negra, un perro problemático y caprichoso hasta el último día. Entre sus virtudes, sin embargo, se destacó (es extraño escribir esto en pasado siendo que hasta hace unas horas vivía) su sensibilidad. Cuando Pepper murió, pasó varios días sin comer y visitando su "tumba", intentando desenterrarlo a veces; olfateando otras...o simplemente acompañándolo.

De ese día pasaron más de cinco años. Tengo menos pelo, algunas canas y barba. Rendí muchos más finales pero aún no me recibí. Por entonces recién arrancaba a salir con Mariana, pero todavía no había venido a casa y nunca conoció al ovejero. Ahora han pasado unos meses desde que dejamos de salir.

Mi viejo guarda en su gran nariz la cicatriz de cuando lo mordió. Y, cuando era chico, saltó de la alegría de verme y me golpeó con su cráneo en el mentón. Como resultado, mis incisivos (los dos del medio superiores y los dos del medio inferiores) chocaron y así se rompieron un poco. No necesité ir al dentista, pero perdí el esmalte de esos dientes y no puedo evitar recordar ese evento cada vez que tomo algo muy frío o muy caliente.Así como tampoco olvido como escupí los pedacitos de diente después de ese incidente.

Enterró, desenterró y pinchó más de una decena de pelotas, entre las de fútbol y tenis. Se escapó de la casa cientos de veces, siendo la última en Septiembre, cuando su vejez lo traicionó y quedó debajo del auto de mi viejo. Sobrevivió a eso, también. Pero el accidente no hizo mucho para ayudarlo con sus problemas de cadera y finalmente un día, hace no mucho más de un mes, no pudo pararse solo. Ayer ya ni siquiera pudo pararse con ayuda. Una última inyección, entre muchas que recibió este último tiempo para ayudarlo a que volviese a incorporarse acabó con su vida. Antes de que la dosis, desmesurada tal vez por la urgencia, detuviese su corazón, consiguió por unos minutos el efecto deseado y bebió agua por última vez antes de morir.

Son más de siete y media y por un ratito paró de llover. Hasta se ve algo de cielo. Mili sigue durmiendo al lado, acostada sobre el piso. Sobre este tema me quedaron por decir muchas cosas, que ahora, sin embargo, ya no soy capaz de decir. Quedaran para otro día o, simplemente, serán definitiva y terminantemente olvidadas. Como todo.

La montañita de tierra pegada a la pared del vecino, junto al aromo, cubre su cuerpo a su  vez recubierto de cal.  Y a su lado está Pepper.