Sea feliz, no un idiota!

Si está leyendo esto, no se encuentra perdido.

Intento distraerlo, mientras le ato los cordones de los mocasines.

sábado, 14 de octubre de 2017

De los Incas

Yo me quedé varado ayer en algún lugar entre Belgrano y Colegiales.

Las rayas de tus medias tienen líneas de distinto grosor y no me acuerdo todos sus colores. Viniste muy abrigada y, en algún momento, te sacaste el calzado. Y yo hablando mucho, acostado en el silloncito sucio, sin saber lo que decía. Sin saber que dije. Sin saber que decir.

Y no saber. No saber si estamos muy cerca o muy lejos. No saber que nos pasa, ni que debería pasarnos, ni que deberíamos sentir. Y no sé si acercarme o no. Y vos tampoco. Te estás por ir pero no te vas, porque ambos sabemos que querés irte...pero también quedarte un rato más. Y en una de esas me pediste algo de jugo cepita que tenía en la heladera, y que no se llegó a terminar hasta mucho después.

Y no sé cuando te abracé, ni cuanto te abracé. No sé si fue lo suficientemente fuerte, ni lo suficientemente largo. Si no hubiese sido porque te hubiese dolido (y mis fuerzas son limitadas) te hubiese estrujado los huesos y quedarnos así siempre. Es que en la vida la mayor parte de los días no pasa nada y ayer no fue uno de esos días. Ayer es algo que voy a tener por ahí dando vueltas en mi cabeza todo el tiempo. Siempre. Y algunas cosas no deberían ser tan fugaces. No sé si tuve todo el tiempo que necesitaba para mirarte a los ojos. No sé cuando nos soltamos. No sé cuando fue que me dijiste que ya no te molestaba que estuviese cerca y que.

Ya me habías dado vuelta con un "tal vez". Un "tal vez" era mucho más de lo que yo podía concebir. No sé si notaste mi temblor, mientras buscaba el vaso para servirte jugo. Cuando ya sabía que no había estado tan loco, que podía ser que te gustase un poquito. Un poquito. Ya el mundo era para siempre distinto y el fin de una historia que ya estaba escrita se derrumbó en mil pedazos. Agarraste todas las piezas del rompecabezas y las tiraste a la mierda. Y que quede claro, de eso te estoy profundamente agradecido. No sé que es lo que hacés para que todo te quede bien.

Y acá estoy. Son muy pocas horas para procesar nada. Y como ayer, pienso mucho y no sé que decir.

Entre Belgrano y Colegiales me quedé, caminando por una cornisa y cayéndome siempre en la última vez que te ví, mientras tu auto blanco daba la vuelta por De los Incas.

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