Con su música favorita, con whisky y pastillas, tiraba su vida. Vaya uno a saber porqué. Tal vez porque así, siendo como era él, debía ser. Sin lágrimas, ni culpas, ni dramatismo alguno: muy poco sensato era lo que en realidad era evidentemente inevitable.
Se doblaron las esquinas y en las nostalgias y en un murmullo naranja todas las noches se volvieron de luna llena.
Entró corriendo alguien, se escucha un tal vez.
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