Y el tipo buscaba metáforas, comparaciones, analogías, razones, excusas, justificaciones, algún argumento para expresar lo que en realidad se había vuelto tan trivial de observar.
Un te quiero brotando insensato, produciendo un alivio infinito, pero condenándolo al abismo que siempre es el profundizar las relaciones mezclándolas con jarabe.
Años después de desamores y desencuentros, de platos rotos y aniversarios deprimentes, este buen hombre cayó en la cuenta, de que a veces, sólo a veces, el amor era un café a la mañana, una pelea a la tarde, unos brócolis con queso a la noche. Y de vez en cuando, sólo algún que otro de vez en cuando entre esas a veces, que no tenían por qué ser pocos de veces en cuando, en una mirada, en una risa de siempre, en unas zapatillas rotas, y en uno de esos soles fugaces, se estrellaba sobre sí misma colapsando, toda la belleza, toda la poesía, y todo ese sacrificio convergía a cero, y todo ella, y todo él, todo ellos, divergían como delta de dirac, muertos una vez más, siendo uno y dos.
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