Los verdaderos problemas son los de color gris. Todo lo blanco y negro está condenado a la extinción. Es decir, las cosas demasiado buenas, u horriblemente malas, son demasiado evidentes para nuestra subjetiva mente, y al final todos nos damos cuenta. Será por eso que el amor, y la vida parecen ser tan extensos y a la vez fugaces, y por sobre todo tan repetidos en los inconvenientes cotidianos. Los que son quilombos a medias se escurren como un cáncer silencioso, y ya sabemos lo que suele pasar con estas enfermedades. Todo esto se trata de caer en el pobre médico que no supo ser Dios. Las revoluciones, las guerras, los golpes de estado son el clarísimo síntoma de un fracaso de diplomacia o de diagnóstico. Pero claro, las idas y vueltas que molestan son las que rayan la cabecita en un motín interno. El político, el apasionado, el inmaduro, el paranoico, el soñador, todos juntos, sin escalas se cagan a trompadas y no llegan a nada.
Por eso, nena, lo que queda es dedicarse a escribir notas, poesía, a danzar en los arroyos de luz. A comer rico en la casa de tu abuela. A abrazarte al amor de tu vida, cuando tiemblen las escaleras y se escuche el grito de la masa desenfrenada.
Por eso, nena, lo que queda es dedicarse a escribir notas, poesía, a danzar en los arroyos de luz. A comer rico en la casa de tu abuela. A abrazarte al amor de tu vida, cuando tiemblen las escaleras y se escuche el grito de la masa desenfrenada.
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