Sea feliz, no un idiota!

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Intento distraerlo, mientras le ato los cordones de los mocasines.

domingo, 28 de marzo de 2010

Aerodinámica

Es esa misma cosa, las malditas imágenes concentradas en sentimientos nostálgicos que parecen carecer de sentido. La perra ilusión de los mismos sueños, y las mismas esperanzas del no saber. El eterno planeo hasta que se rompen las alas y el paracaídas se quedó extraviado en algún lugar del medio. Se siente tan bien y tan inevitable esa caída a pesar de que se sabe que en un momento se llegará al suelo.
Y cuando la cara se estrella, siendo esta la primera en chocar el piso, se siente nariz rota, el dolor hasta el desmayo instantes antes de que el cerebro reviente aplastado por su propio cráneo, y la figura de la persona muerta sea una nueva montañita de desechos.
No saltar es más seguro, y mucho más razonable desde el punto de vista de la supervivencia de la especie. Probablemente, por el hecho de ser la decisión más cuerda, es que sea mucho más peligrosa que la anterior. Es que sólo terminaría en una larga agonía imperceptible hasta la llegada al hospital, la reflexión en paz, la comida mala del lugar, y esos supuestos afectos en desesperado frenesí de cariño.
La culpa la tiene ese mencionado suelo, pues no hay manera de vivir como corresponde con los pieses llenos de ampollas y hongos sobre él. Pero ¿cómo volar sin ser unos indiferentes pajaritos?
No sé. Simplemente es muy difícil: que la gente que vuela pase cerca, que el dueño de la percha que vuela tenga espacio en su colectivo. O colgarnos de nosotros mismos. Si la caña de pescar tiene carnadaentoncessísiellalamuerdevosóyooquienseapodemosseguirenelaire.
Aire. Un poco de aire. No es para vos parece. Mi carnada. No te gusta. Me extendés la mano porque no querés que caiga. Pero seguramente no llega. Seguramente otra muerda el anzuelo. Pero yo quiero que sea con vos el viaje. Pero no. Si tu medio de transporte ya se ocupó... aunque vale la pena colgarse de cualquiera con tal de que mi nariz no se rompa cuando. Sí. Pero es ella. Y la otra ella es cualquiera. Una con portal al arco iris. Otra con sonrisa de abecedario. Una con el pelo torcido. Otra que supo que para volar hay que sacarse los tacos. Pero no alcanza. Quiero todo, arco iris. Quiero todo. Es el injusto capricho de mi condición humana. El egoísmo perfecto. Porque es así. Prefiero morir mil veces. Voy a morir mil veces. Idiota, terco, y estúpido. Voy a hacerlo hasta mi desaparición física efectiva. Por más que mi nariz se vuelva horrrrrrrenda.
Yo se que sí. Seguiré planeando mientras. Ambos sabemos que está mal. Ambos sabemos que en el fondo no quiero que me importe. Y si me importa, no me importa. Quiero morir, porque a veces, en el fondo, yo creo que esto es sólo ese problema de no saber pescar(te) en el aire. Creo que ahora entiendo la diferencia: son muy pocos los que consiguen volar, pero ninguno lo hace sin su perchita, vos en cambio, no me había dado cuenta hasta recién, que te veo bien, vos, simplemente nadás en el aire. Y por eso mis sueños en los que te veo, esos que son mi dulce muerte. La mejor posible.

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