La linterna se encendió: iluminó de lleno tu rostro. Y en la oscuridad, yo podía, yo podía ver que sonreías, cada diente lo hacía. Pero la apagaste enseguida, y la dejaste caer. No necesité volverte a ver. Te quiero, te quise.
Y nos vamos flotando.
Sea feliz, no un idiota!
Si está leyendo esto, no se encuentra perdido.
Intento distraerlo, mientras le ato los cordones de los mocasines.
Intento distraerlo, mientras le ato los cordones de los mocasines.
jueves, 4 de noviembre de 2010
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Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminar¿Te querré? Quizás eso le faltaba a mis diademas para seguir irradiando luz. Un pequeño vale de ¨Juntos por siempre¨. ¿Era mucho pedir?
ResponderEliminarUmmm, no sé si existe algún vale de ese tipo. Ojalá que sí. Pero a veces se puede querer en la oscuridad...
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