No me gustan las naturalezas muertas.
Los desengaños de las mentiras.
Sí quiero la muerte del verano, su paso al Otoño,
Aunque solo hoy día.
Temporadas de bufandas y pulóveres,
Parlantes de café con leche,
mocos de gélidas aventuras,
y la vida que huye de esa muerte.
Un poco de luz que sólo se distingue,
cuando el resto es una dulcemente amarga oscuridad,
que es de los días más cortos, pero sobre todo,
gobierna en las mentes nubladas.
Llevo un poco azul en un agujero al costado,
algo que se funde en blancas manos.
Será un fuego de algún gas venenoso,
o los ecos de los hechos mundanos.
Las medialunas con fideos y dulce,
el orgasmo silencioso de las miradas,
y esos suicidios colectivos de la masa,
de un millón de corbatas gastadas,
que caminan hacia la nada.
La fiebre y las gargantas rasposas,
esas lluvias de pocas gotas,
Esas novelas de tanto sol,
y ese viento asesino de labios.
Un vómito de insectos muertos,
de sangre olvidada en el cajón de los cubiertos de la cocina.
De dientes mohosos,
con caries que rechinan.
Toda la nostalgia del resfrío mezclada
(por su delirio)
con la ilusión del desvarío de nuestros pulmones ahogados,
que se contentan sólo con seguir respirando.
Cuando llegue el Invierno y su aroma a supernova,
seré ese zombie muerto-vivo,
medio cerebro caído,
y la otra mitad matando pajaritos.
Sea feliz, no un idiota!
Si está leyendo esto, no se encuentra perdido.
Intento distraerlo, mientras le ato los cordones de los mocasines.
Intento distraerlo, mientras le ato los cordones de los mocasines.
jueves, 29 de abril de 2010
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