Un limón podrido cae en el vaso. Le tiramos un poco de agua y sigue un par de días así, hasta que de a sorbitos se ingiere todo, y esos maravillosos cultivos son los dueños de mi alma. Las semillas de ese fruto se quedan estancadas y los nuevos limoneros que brotan coagulan mi sangre. Mi sangre. Y mientras crece, ramas brotan fuera de mi cuerpo y no puedo recoger los nuevos limones que de mí van cayendo. Estos, sin embargo, parecen no tener herencia en sus corazones, y se van muriendo sin gracia. Mis arbolitos son pues, creadoras de vidas inútiles, o de muertes. Ni siquiera parecen tener jugo mis gajos.
Ya me llenó de ácido. Y cansa bastante.
Sea feliz, no un idiota!
Si está leyendo esto, no se encuentra perdido.
Intento distraerlo, mientras le ato los cordones de los mocasines.
Intento distraerlo, mientras le ato los cordones de los mocasines.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario