Un poco más. Siempre tiramos un poco más. La soga se va a romper, ya lo sabemos, pero preferimos ver hasta donde llega, hasta donde resiste. Una vez destruida, no conformes con la estupidez que acabamos de hacer, para evitar el llanto inconsolable, agarramos y le hacemos un nudo uniéndola de nuevo, y así sucesivamente. Me pregunto si a la cuerda la podemos atar y una y otra vez, si podremos conseguir infinitos nudos cada vez que todo se muere para poder seguir tirando. Pero si hay un número limitado de ellos, no se puede seguir sin ella.
Por otro lado, parece imposible dejar de tirar: quedarse parado y dejar a nuestra soguita relajada es lo mismo que no tenerla del todo. No. Yo creía que todo esto llevaba a algo, pero la verdad es que no sé la respuesta a este dilema, no sé cómo decirle a la gente como jugar a suicidarse o a vivir, por el mero hecho de que yo tampoco sé hacerlo.
Si fuera tan sencillo como encontrar el modo normal en el cual cada uno oscila a una frecuencia feliz (la suya). Uno aspira a lo imposible cuando en realidad no puede siquiera con lo más simple, entonces mejor romper la cuerda un millón de veces que ponerse a saltar con ella en un jardín difuso.
Un jardín. Un Otoño, o tal vez simplemente un Abril sinónimo al mismo tiempo de esa oscuridad y de esa imposibilidad. Suena tan horrendo que los árboles mueran tan jóvenes...son como esos endemoniados amores que no llegan a conocer su Primavera. Los insomnios malditos, y el frío sin nieve se acurrucan en labios secos de azúcar, cansados de no decir nada porque total no vale la pena. No es bueno que los Amor tengan un hijo chiquito, si este chico le va a salir arbolito y morirá en Invierno.
Entonces todos los Amores morirán de pena.
Por otro lado, parece imposible dejar de tirar: quedarse parado y dejar a nuestra soguita relajada es lo mismo que no tenerla del todo. No. Yo creía que todo esto llevaba a algo, pero la verdad es que no sé la respuesta a este dilema, no sé cómo decirle a la gente como jugar a suicidarse o a vivir, por el mero hecho de que yo tampoco sé hacerlo.
Si fuera tan sencillo como encontrar el modo normal en el cual cada uno oscila a una frecuencia feliz (la suya). Uno aspira a lo imposible cuando en realidad no puede siquiera con lo más simple, entonces mejor romper la cuerda un millón de veces que ponerse a saltar con ella en un jardín difuso.
Un jardín. Un Otoño, o tal vez simplemente un Abril sinónimo al mismo tiempo de esa oscuridad y de esa imposibilidad. Suena tan horrendo que los árboles mueran tan jóvenes...son como esos endemoniados amores que no llegan a conocer su Primavera. Los insomnios malditos, y el frío sin nieve se acurrucan en labios secos de azúcar, cansados de no decir nada porque total no vale la pena. No es bueno que los Amor tengan un hijo chiquito, si este chico le va a salir arbolito y morirá en Invierno.
Entonces todos los Amores morirán de pena.
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