
Mi egocentrismo axiomático me llevó a la pérdida de dos seres muy queridos. Sus historias quedarán en mí como nostalgia. Volverán a este blog cuando me hagan falta. Cuando ya no me duela haberles hecho todo lo que les hice. Eso, y nunca, se parecen bastante.
Yo llevo el diván en mi cabeza,
y él nunca me responde.
Son estos sueños, de amores y cerveza,
el dolor de ser un nombre sin hombre.
Ya nada es,
no hay certezas,
los sueños son pesadillas espesas.
Las sonrisas son un artilugio robado,
por el conejo mago de dientes blancos.
Y me da culpa sonreír.
Me da culpa poder llegar a ser feliz.
Sin ella, ni él, ni ellos,
no hay naturaleza.
El cariño es tan frágil, que, cuando se va, es como si nunca hubiese existido.
Conversaciones del subconsciente, pastillas, un mar negro que se eleva, donde bailan todos los miedos, los errores, las desazones, las deudas, y esa música jamás termina.
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