Sea feliz, no un idiota!

Si está leyendo esto, no se encuentra perdido.

Intento distraerlo, mientras le ato los cordones de los mocasines.

martes, 9 de febrero de 2010

No apagués la luz

Ha llegado el momento de bajar de un hachazo al sol. De traerlo con una caña de pescar hasta acá (con tus ojos de carnada) y ponerlo un rato en el freezeer de casa. Una vez que este más fresquito, extenderé mi mano y lo tocaré. Sentiré en mis dedos la luz del fuego helado, y será sólo para mí, mientras el mundo sucumba en oscuridad, buscando como sea poder volver a ver su piel. De vez en cuando voy a dejar que todos lo vean, en un acto de altruismo inigualable.
Pero él es mío (solamente) y además no quiero que se caliente y me queme, entonces deberé con cierta frecuencia dejarlo nuevamente en congelador (lo haré durante mis sueños, todos ellos tan mundanos).
Cuando me aburra lo iré bebiendo, así, con un sorbete. La consecuencia inmediata y evidente será que yo me converitré en el sol (si quieren, van a llamarme como algún ser divino representativo de alguna cultura de las edades antiguas. Nota: Helio siempre queda bien) y determinaré a placer la duración de los días y las noches, pero principalmente, a quienes iluminar y oscurecer. Descubriré tintes, y me teñiré de lo que quiera, de verde, naranja, violeta, etc. según mi humor. (Como Kate Winslet en Eternal sunshine of a spotless mind, aunque ella lo hacía con su pelo)
Llegará un tiempo en el cuál al ver tus cuencas vacías, vomitaré tus ojos, y te los devolveré, y me quedaré siempre encima tuyo, para que con mi luz plena, siempre seas mi espejo, y todos estén agradecidos por ello. Siempre que sea feliz estaré verde, y a la noche seré violeta, pero sólo para ponerme a tono con las otras estrellas. Ellas vendrán a buscarte cuando yo esté muerto, para que no se oculte tu mirada. Porque sería imposible que yo pueda sobrevivir a ella.

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