Correr. Correr y saltar es lo más cercano a volar. Arrasado por varios fernets a cuestas y ese cruel escote que pronunciaba los senos que emitían un argumento ya totalmente irrefutable, yo me dejé llevar, y sin más, desplegué mis cuádriceps y gemelos del suelo, una y otra vez, para no volver más, en plena Avenida Santa Fé, casi desierta un Jueves "Santo" por la madrugada.
Desconozco la razón por la cuál yo quería volar. O tal vez no. Pero lo cierto, es que, tras varias cuadras paré, y volví, consciente de que debía llegar a casa, y en eso me arrebató un insensato nuevo impulso de comprar cigarrillos, que me parecen abominables, pero quién sabe. Al fin de cuentas, allí había un kiosco 24 hs. abierto:
-¿Tenés cigarrillos?
-Sí, obvio. (pequeña sonrisa)
-¿Qué marcas?
-(risa) Todas!
Podía recordar sólo una, así que pedí unos malboro y un encendedor. Me fumé dos seguidos en un par de cuadras antes de que llegue el bondi y casi me desmayo, pero al menos, ya no tenía ganas de correr, y hasta en un gesto de altruismo, le regalé uno a un pelado que pasó por ahí pidiéndome.
Llegado a Escobar, se me pasaron las ganas de vomitar, pero caminé más de una hora, compreé boletos de 60 para la semana que viene, y le puse perfume a toda mi ropa apenas llegué a casa, y tiré el paquete casi lleno con encendedor y todo por ahí.
Me levanté y mi vieja y dijo que la ropa olía sorprendentemente bien. Curiosamente, muchas otras veces, al estar en ambientes cerrados, se me impregnaba el olor a faso y ella pensaba cualquier cosa, en fin.
Tengo la voz un poco como el coco Basile, y una alegría enorme de haber abandonado rápidamente mi adicción al cigarrillo, y suena Jefferson Airplane por toda la casa.
Y mujer, tu Otoño está en todas las cosas.
Desconozco la razón por la cuál yo quería volar. O tal vez no. Pero lo cierto, es que, tras varias cuadras paré, y volví, consciente de que debía llegar a casa, y en eso me arrebató un insensato nuevo impulso de comprar cigarrillos, que me parecen abominables, pero quién sabe. Al fin de cuentas, allí había un kiosco 24 hs. abierto:
-¿Tenés cigarrillos?
-Sí, obvio. (pequeña sonrisa)
-¿Qué marcas?
-(risa) Todas!
Podía recordar sólo una, así que pedí unos malboro y un encendedor. Me fumé dos seguidos en un par de cuadras antes de que llegue el bondi y casi me desmayo, pero al menos, ya no tenía ganas de correr, y hasta en un gesto de altruismo, le regalé uno a un pelado que pasó por ahí pidiéndome.
Llegado a Escobar, se me pasaron las ganas de vomitar, pero caminé más de una hora, compreé boletos de 60 para la semana que viene, y le puse perfume a toda mi ropa apenas llegué a casa, y tiré el paquete casi lleno con encendedor y todo por ahí.
Me levanté y mi vieja y dijo que la ropa olía sorprendentemente bien. Curiosamente, muchas otras veces, al estar en ambientes cerrados, se me impregnaba el olor a faso y ella pensaba cualquier cosa, en fin.
Tengo la voz un poco como el coco Basile, y una alegría enorme de haber abandonado rápidamente mi adicción al cigarrillo, y suena Jefferson Airplane por toda la casa.
Y mujer, tu Otoño está en todas las cosas.
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