Me había quedado por terminar lo que empecé ayer, que por sucesos de planetas cercanos obligó la interrupción de mi (¿reflexión?). Dicho inconveniente será aclarado si me consultan.
Pero volvamos. O mejor, vuelvo. Vuelvo al francés. Y al sueño supremo de cosas retorcidas. Todo esto figura fuera de mis orillas, (para explicar la sensación me vendría bien un capítulo de Rayuela del que no me acuerdo el número) en un espacio cercano y visible pero inalcanzable. Sería como saber que hay otra dimensión infinitamente cerca, imaginarla, conseguir hacerse una idea de ella en el cerebro, y sin embargo, no poder saltar hacia ella. No obstante tal vez sea esa sola melosa idea, y el hecho de poder figurarse ese cosmos paralelo (con mucha suerte hay intersección en algún lado) sea un poco Verde, y muy Naranja. Un poco feliz; y algo triste.
Es eso nomás: un salto de dimensión en dimensión. De la mía a la tuya. Y viceversa. O no. A lo que voy es que la felicidad simplemente puede ser un intento y nada más que eso. El intento de perfección idealista que nos permite por un instante volar. Mientras dure el salto, claro. Básicamente, la felicidad es un diferencial salto sobre un diferencial altura: o la derivada de un salto respecto del tiempo.
Pero mi alter-ego soñador no quiere pabellónunofilosofar. NONONONO. Quiere saborear toda la mediocridad de su ser hasta quemar sus papilas. Quiere que él sea yo. No lo voy a dejar. O al menos, no tan fácil. Eso sí, él es el único, dentro de mí, con piernas fuertes como para poder ir hacia arriba. Arriba, y arriba, y arriba, y....
Pero volvamos. O mejor, vuelvo. Vuelvo al francés. Y al sueño supremo de cosas retorcidas. Todo esto figura fuera de mis orillas, (para explicar la sensación me vendría bien un capítulo de Rayuela del que no me acuerdo el número) en un espacio cercano y visible pero inalcanzable. Sería como saber que hay otra dimensión infinitamente cerca, imaginarla, conseguir hacerse una idea de ella en el cerebro, y sin embargo, no poder saltar hacia ella. No obstante tal vez sea esa sola melosa idea, y el hecho de poder figurarse ese cosmos paralelo (con mucha suerte hay intersección en algún lado) sea un poco Verde, y muy Naranja. Un poco feliz; y algo triste.
Es eso nomás: un salto de dimensión en dimensión. De la mía a la tuya. Y viceversa. O no. A lo que voy es que la felicidad simplemente puede ser un intento y nada más que eso. El intento de perfección idealista que nos permite por un instante volar. Mientras dure el salto, claro. Básicamente, la felicidad es un diferencial salto sobre un diferencial altura: o la derivada de un salto respecto del tiempo.
Pero mi alter-ego soñador no quiere pabellónunofilosofar. NONONONO. Quiere saborear toda la mediocridad de su ser hasta quemar sus papilas. Quiere que él sea yo. No lo voy a dejar. O al menos, no tan fácil. Eso sí, él es el único, dentro de mí, con piernas fuertes como para poder ir hacia arriba. Arriba, y arriba, y arriba, y....
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