Ha pasado una semana rara, y un finde más raro aún. Las cosas están un poco más "normales", por decirlo así, y se vienen unos lindos parciales el Viernes y el Sábado para los que estoy estudiando un algo. De todas maneras, mis fantasías y obsesiones siguen por ahí, y están listas para sublevarse en cualquier momento, intentando derrocar a mis obligaciones para con el sistema en el cual lamentablemente estoy inmerso.
No sé si todas estas cosas que pasaron en la realidad, pero tal vez las que se cruzaron en mi pensamiento estos últimos días, permitirán algún tipo de cambio (ni positivo, ni negativo) en mí en el futuro inmediato o si sólo quedará un recuerdo de este lapso. O si nada de todo esto. La verdad es que igual no voy a escribir sobre nada de lo que me ocurrió todavía.
Y ahí está: entramos en la temporada de recuerdos sin darnos cuenta. Los fragmentos de alma trasladados al presente en forma de nostalgia que permiten la existencia inapelable de la inmortalidad. Sí, hacen eso los recuerdos, nada menos. Recuerdos pasados; nostalgia presente. O un presente de futura nostalgia. Si se tiene tanta ahora, y tan fuerte, como será después de los 40. O antes del fin.
Antes del fin. Está bueno poder razonar a veces, para no temerle a la muerte. Porque para cuando muramos, si hicimos algo (y algo tendremos que haber podido hacer para entonces) seremos recuerdo y nostalgia. Y un pedazo nuestro vivirá en otro. Al menos por un tiempo, seremos inmortales. Y quién te dice...me gustaría morir algún día.
No sé si todas estas cosas que pasaron en la realidad, pero tal vez las que se cruzaron en mi pensamiento estos últimos días, permitirán algún tipo de cambio (ni positivo, ni negativo) en mí en el futuro inmediato o si sólo quedará un recuerdo de este lapso. O si nada de todo esto. La verdad es que igual no voy a escribir sobre nada de lo que me ocurrió todavía.
Y ahí está: entramos en la temporada de recuerdos sin darnos cuenta. Los fragmentos de alma trasladados al presente en forma de nostalgia que permiten la existencia inapelable de la inmortalidad. Sí, hacen eso los recuerdos, nada menos. Recuerdos pasados; nostalgia presente. O un presente de futura nostalgia. Si se tiene tanta ahora, y tan fuerte, como será después de los 40. O antes del fin.
Antes del fin. Está bueno poder razonar a veces, para no temerle a la muerte. Porque para cuando muramos, si hicimos algo (y algo tendremos que haber podido hacer para entonces) seremos recuerdo y nostalgia. Y un pedazo nuestro vivirá en otro. Al menos por un tiempo, seremos inmortales. Y quién te dice...me gustaría morir algún día.
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