A veces salgo de mí.
Huyo tratando de abrir puertas que nunca estuvieron abiertas.
Salgo de mí y temo nunca más volver.
Me hundo en la arena que me abraza.
Cuando ya no me queda aire me desentierro; me doy vuelta y me miro.
Y cuando me miro....
Salgo de mí para correr y mirar todas las vidrieras.
Siempre hago todo lo que tengo al alcance para poder entrar a los negocios cerrados.
Cuento las monedas y pierdo los billetes, mientras me olvido de mirar para el costado.
Y cuando miro de nuevo las vidrieras, miro mi reflejo y me miro.
Me miro.
Salgo de mí a morir por ninguna causa,
mientras lo que queda de mí se queda viviendo adentro de la casa.
Salgo de mi a navegar ríos infinitos,
hasta que llego a olvidarme de mí.
De mí.
Salgo de mí hasta olvidarme a dónde voy,
Y salgo para olvidarme de volver.
Y salgo para olvidarme de volver a mirarme.
Porque cuando me miro...
Y tomo todos los trenes que se rompen por si acaso,
con tal de salir.
Y ahora que salí de mí tantas veces, ya no sé si soy el que se queda o el que se va.
Ahora que me perdí y ya no se si alguna vez me encontré, ya no se si soy.
Cada tanto alguien me acompaña en mis travesías.
Otras veces me visitan y me acuerdan de mí.
De mí.
Y cuando me acuerdo ya no sé si me quedé o me fui.
Ya no sé si soy uno o dos.
Y entonces por si acaso me miro.
Me miro.
Al fin me encontré.
Dame la mano.
Acercame tu oreja.
Tengo algo que decir.
Sea feliz, no un idiota!
Si está leyendo esto, no se encuentra perdido.
Intento distraerlo, mientras le ato los cordones de los mocasines.
Intento distraerlo, mientras le ato los cordones de los mocasines.
martes, 12 de marzo de 2019
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