Me quedo con tu sol.
Sol de mí.
Si mi vida,
siempre así.
Dos sin vos.
Vos sin yo.
Vos conmigo
y dos sin voz.
Con muchas incoherencias así se van transimitiendo mensajes hacia ningún lado. El tipo va contando nubes en su vaso, y recreando nostalgias en sus manos. Las abre y ve. Ve el campo de frambuesas, el alto pasto sin cortar del campito de al lado, los mechones desordenados de esa compañerita de la escuela que fue, y no sabe si todavía es porque hace mucho que de ella no oye nada. Mates y trucos con el abuelo. Abuelo, "eso es lo que soy ahora" piensa.
Nunca había escuchado la radio. Ahora la música de moda, con su sonido estúpido y repetitivo, lo acompañan para que no se sienta solo. Solo. Solo como se sintió en un Marzo, o tal vez, un Diciembre.
Mira por la ventana de su piecita: las calles tan sucias como siempre. Gentes que van y vienen, y dos besándose contra una pared, los únicos que se quedan quietos por un momento. De a poco el sol sale, los domingos a la mañana parecían ser capaces de reconocer su propia existencia. Como Pablito cuando se ve a sí mismo en una foto. ¿Jugaría Román hoy?
Busca las llaves, porque ya casi que siente un olor a panadería. Junta un par de pesos, es hora de emborracharse y desfallecer por unas facturas de dulce de leche. Se acuerda de las misas a las que nunca fue. Se ríe y vuelve a ser.
Cientos de carteles de publicidad que no leerá, incluyendo a los de los candidatos para la próxima elección, lo esperan en el camino.
Pensar, pensar y pensar. Daría él todo por dejar de pensar.
Terminó se salir el sol, su sol, y este le ilumina toda la cara arrugada.
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